Capítulo 21

¿Qué? –pregunto totalmente asombrada. –No entiendo nada, Milah.
Dijimos que una cosa a la vez –responde tímidamente.–Vamos despacio, ahora entiendes un poco más.
Se detiene al ver mi cara, la analiza detenidamente y luego suspira profundamente antes de volver a empezar:
Matu, es mi pilar, el que me mantiene con vida, pero no es mi hijo. Antes te comenté que él y mi marido se van a ver a mi suegra los fines de semana... Y si, lo hacen, pero también van a ver a su madre biológica.
Mi marido, es... consiguió la tenencia de Matu, algo que es muy difícil dado que es hombre, pero lo hizo y bueno, en el régimen de visitas quedó expresado que él debe ver a su madre los fines de semana.
Pero... ¿por qué no te separas?
Es imposible, cuando conozcas a mi marido te vas a dar cuenta, es una persona imposible, pero eso mi querida Sicilia, es otra historia.
Y ¿Matías sabe?
Si, claro que lo sabe, él comparte el infierno conmigo, somos cómplices del cuento macabro que creó Sebastián. Poco después de que me enteré que dejó embarazada a una de las chicas con las que salía, naturalmente volví a intentar divorciarme, erróneamente creí que mis padres me apoyarían. Ahí fue cuando comenzó el verdadero infierno.
Empieza a llorar desconsoladamente, y sé que la historia, al menos por ahora, ha terminado. La abrazo fuerte intentando trasmitir todo mi amor hacia ella.
Le tomo la cara con las manos.
Tranquila, tranquila –le repito mientras la beso por todos lados, cómo quisiera poder borrar esas cicatrices que tiene su alma. –Te prometo que el infierno terminó, tu pasado puede haber sido terrible, pero no voy a permitir que te vuelvan a hacer daño, no estás sola. No desde ahora ¿está claro? –le digo en susurros.
Ella asiente mientras las lágrimas siguen cayendo sobre sus mejillas.
En parte agradezco poder tenerla así, en mis brazos, acunándola como a una bebé. Un mes atrás pensé que algo así era imposible. Me juro a mi misma que voy a hacer todo lo que esté en mi poder para que ella sea feliz.
Continúo acunándola, hasta que deja de llorar, le repito una y mil veces todas las virtudes que tiene, y lo hermosa que es, le prometo y le vuelvo a prometer que va a salir de eso, porque estamos juntas y estamos potenciadas. Poco a poco los besos se van haciendo más profundos, en cada uno hay un intento frustrado de eliminar todas las emociones que tenemos dentro. La pasión va aflorando en cada una de nosotras y nuevamente nos entregamos a las garras del amor.
Esta vez es distinto, dulce, profundo, expresando en cada caricia el secreto que nos une. Ahora no sólo somos dos almas que se unen en una sola, ahora, además, somos cómplices.
Al terminar ambas nos abrazamos desnudas y miramos el techo en silencio. No hay mucho que decir. Me recuesto sobre su pecho y puedo sentir el latir de su corazón. Ambas sabemos cómo cambiaron sutilmente los acontecimientos, y me siento en paz. Poco a poco los temores se van apagando, caigo en la cuenta de que si quiero estar al lado de Milah (y lo quiero) depende de mi, de que pueda ayudarla.
La miro a los ojos y le sonrío.
Te quiero –le digo. –Te quiero.
Ella me sonríe, una sonrisa sincera, espontánea, como la de un niño que acaba de abrir un regalo el día de su cumpleaños. Me abraza más fuerte que antes y me besa la frente.
Yo más. – responde contra mi cabello.
Cierro los ojos sonriendo, y así en la cama de una plaza, en la habitación de huéspedes me dejo llevar por el sueño.
Ha sido un día difícil.
* * *
Me levanto temprano, sobresaltada, Milah me tiene abrazada por todos lados, con sus piernas y sus brazos. Miro por la ventana intentando no ponerme triste ya que es nuestro último día de luna de miel, hasta el próximo fin de semana.
En parte lo agradezco, ella entró en mi vida como un huracán, desordenó todos y cada uno de los aspectos de la misma y me va a hacer bien poner las cosas en orden, hablar con mi hermana y Guada... con mis padres, ponerme al día con el mundo.
Me muevo lentamente, no quiero levantarla, por fin ayer se pudo relajar.
Pasamos un día de película, sacando el hecho de que somos mujeres y de que hollywood no está preparado para historias de lesbianas.
Nos levantamos cerca del mediodía, Milah necesitaba descansar luego de la confesión que me hizo en la noche. Almorzamos, fuimos al cine, al parque, a andar en rollers, básicamente fuimos tachando uno a unos los clichés hollywoodenses.
Hicimos el amor tantas veces que me duele la entrepierna, tenemos un acuerdo tácito de hacerlo tantas veces como lo haríamos si pudiéramos vernos durante la semana. ¿Se entiende?
* * *
Milah se levanta, me sonríe de forma insegura, como pidiéndome disculpas por el fin de semana que se acaba, pero a la vez asegurándome que no quiere que eso pase.

La beso tímidamente y me levanto rápido a lavarme los dientes. Sólo disponemos de unas pocas horas, cerca de las 6 de la tarde debería estar llegando su marido y quiero aprovecharlas al máximo. 

Capítulo 20

Me toma de la mano y me conduce hasta la habitación. El corazón me palpita violentamente, mitad por los nervios, mitad por la ansiedad.
Al entrar mira a su alrededor y me indica que me siente en la cama, ella se ubica en una silla y me toma de la mano. No puedo evitar sentirme como una niña caprichosa a la que la van a regañar.
Sonrío tímidamente a modo de aligerar la tensión.
Se que lo que tiene que decirme no es bueno, porque está híperventilando. Decido no presionarla, mejor que se tome su tiempo, ya he ganado una pequeña batalla.
No sé por dónde empezar... –dice al ver mi mirada escrutadora.
Por donde te sientas más cómoda, bebé –acaricio su mano suavemente y ella sonríe, se toma un momento antes de decir:
Recién te conté que soy adoptada...
Si, lo recuerdo –digo luego de ver que, nuevamente, se queda en silencio. Quiero impulsarla a que hable pero sin parecer demasiado pesada. En estos momentos mi necesidad de llegar al quid de la cuestión ha alcanzado cotas inexplorables.
Mis padres son muy estrictos...
Lo mencionaste –contesto con un tono ameno. Ella mira sus manos, no se atreve a levantar sus ojos hacia mí.
Pues... –se sienta sobre la cama, con las piernas cruzadas y vuelve a suspirar. Puedo ver cuánto le cuesta hablar del tema.
Pues... –insisto. –A ver, dime, ¿por qué te cuesta tanto hablar del tema? –Toma una gran bocanada de aire y me dedica media sonrisa. Sigue sin mirarme a los ojos, está concentrada en una pelusa de la frazada, yo le presiono la mano y parece que funciona, pues empieza a hablar.
Porque si mis padres son estrictos, tan estrictos que me tienen controlada a los 28 años, ni te imaginas lo que es mi marido... si se entera...
Milah –le presiono la mano, y la miro a los ojos –puedes confiar en mi, lo sabes. No voy a contarle a nadie, ni voy a juzgar a tu marido por nada de lo que te haya hecho, mucho menos a ti. Te quiero, te quiero como eres... no cambiaría nada de tu ser. Pero entiéndeme, necesito saber, para...–me calla con un beso en la boca y por fin me dedica una sonrisa genuina.
Sigamos con la historia del horror... –dice con un tono resignado. Mira hacia el techo y empieza a hablar, por fin. –Pues, mi marido maneja todo, absolutamente todo lo que sucede en “esta vida”. Creó una historia ficticia de una “princesa” en una casita de cristal que, obviamente, no existe. Yo entiendo que él quiera lo mejor para Matías, pero... –se detiene en seco para luego volver a comenzar. –Cuando perdí a mi bebé, el mundo se me vino abajo, Sebastián y yo nos habíamos casado por la presión de mis padres, a eso súmale que él era de un pueblo pequeño, donde mi embarazo dio mucho de qué hablar... los padres de él también nos presionaban, la sociedad...uf, no nos casamos porque fuese nuestro deseo, ni mucho menos por amor ¿entiendes?
Claro... –digo un tanto confusa.
Y bueno, cuando lo perdí, –al bebé– entré en una depresión muy grande. Imagínate, fue horrible, la etapa mas oscura de mi vida. Y Sebastián, bueno, él hizo su vida... –dice en un susurro. A mi me empieza a entrar calor en las manos, quiero golpearlo, por no estar con ella en ese momento tan difícil...
Después de un tiempo –continúa– yo era muy infeliz. Me volví demasiado rebelde. Imagínate, era una adolescente, que vivía sola, tenía que estudiar, trabajar. Con Sebastián nos fuimos alejando, en realidad nunca “estuvimos cerca”, él se vio abrumado por tener que hacerse cargo de una familia y “dejar atrás la adolescencia” hasta que se convirtió en un completo desconocido para mi.
Me llegaban demasiados rumores de lo que hacía durante el día y la noche, pero la verdad que a mi poco me importaba, nunca llegué a sentir nada profundo por él. Aunque los acontecimientos sucedían demasiado de prisa como para que yo me detenga a pensar si estaba enamorada de él o no (por entonces yo pensaba que si lo estaba...). En ese tiempo buscaba escapar de mi mente sólo unos minutos. No tenía muchas amigas, ya que en el colegio me ignoraban por mi embarazo, mi matrimonio, los rumores de mi marido. Y cuando entré en la universidad estaba demasiado deprimida para hablar con nadie. Estaba sola. A mis padres tampoco podía recurrir ya que cada vez que lo hacía me exhortaban a que perdone a Sebastián, que la Biblia era muy clara en cuanto al matrimonio...
Sici, no te imaginas lo que pasé en esos años...–dice entre sollozos.
Tengo un nudo en el estómago, la abrazo fuerte. Si, me lo imagino, y ¡cómo me hubiese gustado estar ahí para poder acompañarla!, para ofrecerle un hombro. Como deseo tener alguna varita mágica para poder borrar esos recuerdos de su mente.
También quisiera decirle que desde ahora íbamos a crear una nueva historia, a la que no le va a faltar una gota de amor, ni de ternura... pero eso por ahora no era posible...
Le suelto el abrazo, no es momento para ponerse pesimista. Le doy un beso en sus lágrimas y las seco con un dedo. Milah sonríe tímidamente, me aprieta contra ella y da otro suspiro.
Déjame continuar, hay un punto al que quiero llegar. –Puedo ver como, de repente, la necesidad de hablar va creciendo dentro de ella, es evidente que es la primera vez que habla de lo que vivió en esa época y de cuán importante es para ella por fin hacerlo. Sabe que puede confiar en mi, lo sabe, por eso hace esta catarsis. No puedo evitar esbozar una sonrisa ante tal certeza.
Claro. –Le digo sin soltarle la mano. Me recuesto sobre el respaldar de la cama y la miro fijamente, le acario suavemente el pelo y le doy un beso en la frente, luego de eso le hago un gesto que la invita a seguir hablando.
Esos años, eran terribles, viví de todo... viví toda una vida en esos años. A día de hoy no hay nada que pueda sorprenderme, creo que no me quedó nada por ver... te aseguro Sici, que no sucumbí a las drogas de milagro...
Y de repente, no sé cómo, fue como despertar de una pesadilla, me di cuenta que toqué fondo, y cuando ya no puedes caer mas, inevitablemente empiezas a subir.
Un día me levanté positiva, empecé a ver la vida con otros ojos, con otras ganas. Por algún motivo me sentí motivada. Deje de auto complacerme y sentir lástima por mi misma y me hice cargo de mi vida. Sabía que algo bueno iba a sacar si tenía una actitud positiva.
Sebastián, por otro lado, continuó con su adolescencia, no se fijaba en mi, yo sabía que él estaba con otras mujeres... no me importaba en absoluto, aunque me parecía injusto que él pudiera llevar una vida de soltero, mientras yo me escondía en casa. A mi me empezaron a gustar unas compañeras y unos compañeros de la facultad, pero por algún motivo no buscaba avanzar... incluso cuando tenía la certeza de que iba a encontrar un buen recibimiento. Me resonaban las palabras de mi madre que decía que yo debía deberme a mi marido... Creía que si me metía en una relación paralela con otra persona, no era ni ético ni moral y además era injusto, para los tres... todo eso cambió cuando te conocí –me sonríe. Le doy un fuerte abrazo y la beso apasionadamente, ya no está llorando, pero siento el sufrimiento en su voz y quiero mitigarlo de la forma que sea. Quisiera llenar su mente de momentos felices, necesito transmitirle que la comprendo, que imagino como se sintió, pero no sé muy bien cómo hacerlo. La vuelvo a besar y ella me responde el beso, sólo un momento.
Sicilia –dice alejándose suavemente mientras ríe entre dientes. –Déjame terminar y nos abocamos a eso si quieres. –me dedica una sonrisa picarona.
Me pongo colorada. Y sonrío, definitivamente Milah puede leer mi mente.
Si, perdona –le digo, mientras limpio mi boca, fingiendo estar avergonzada.
Pues, ¿dónde estaba? Vamos que me distraes... Ah si. Sebastián. Pues, como te decía él salía todos los días, a veces volvía borracho, no llegó a pegarme, pero si se volvió violento. Yo busqué por todos los medios hacer la convivencia mas llevadera, le fui sincera, le dije que no sentía amor por él y eso lo enfureció. Recuerdo que estaba medio borracho, y nos sentamos en la mesa del comedor, él volvía del bar...
Mis padres le habían abierto uno en el momento en que nos casamos, y como te mencioné, pasaba las noches ahí, tomando. En fin, como te iba diciendo, Sebastián se enfureció cuando le confesé que no lo amaba, creo que porque sabía que no estaba mintiendo, de todas formas, si era posible, la situación empeoró. Yo seguía diciéndole que estaba decidida a progresar y terminar con este cuento bizarro y que nada de lo que pudiera hacer me haría cambiar de opinión.
La situación se fue tornando insoportable, ambos gritábamos, él empezó a romper cosas y luego intentó pegarme, ahí fue cuando dije: basta.
Salí hecha una furia a casa de mis padres, lloraba, verdaderamente tenía miedo. Mis padres estaban asustados por mi aparición, pude ver el miedo y la furia reflejados en sus rostros... pero cuando les dije que había decidido divorciarme, obtuve la respuesta que esperaba: se volvieron locos, me dijeron que tenía que solucionar el problema, ya sabes... que apenas teníamos 22 años (si, lo sé, aguanté bastante), que teníamos una vida por delante, que Dios hizo el matrimonio para toda la vida y después de ella, me dieron el teléfono de un consejero matrimonial y tantos consejos que ya no entraban en la habitación... lo sabía, desde un principio supe que estaba sola, pero siempre había guardado una luz de esperanza.
Luego de unos días fui a donde mi padre biológico, ahí obtuve más contención, pero él no se quería poner de ningún lado y yo tampoco quería obligarlo a que lo haga. Volví a mi casa sabiendo que debería aguantar esta situación por el resto de mis días...
Y ahí quedaste embarazada –me aventuro.

Matías no es mi hijo. –Dice de repente, dejándome totalmente en shock.

Capítulo 19

Vuelvo a mi habitación sin poder dejar de pensar en lo que me dijo Pierina. A pesar de los ruegos de mi hermana no estoy preocupada por mí, sino por Milah.
Cuando entro en mi habitación, ella está jugando con una cajita musical.
Hola extraña –digo mientras la abrazo por la espalda. Aspiro su perfume e increíblemente me siento más tranquila. Ella me rodea con sus brazos desde atrás.
¿Todo bien? –pregunta.
Todo bien –no quiero hablar del tema por el momento. Se da vuelta me dedica una mirada evaluadora.
Decíselo a tu cara...
No ha sucedido nada, solo discutí con Pierina, cosas del hogar. –Aclaro.
Tu habitación es muy bonita –comenta cambiando de tema.
Es un poco pequeña –digo mientras busco en mi armario una muda de ropa.
No, es perfecta. Llena de diseño.
Claro –sonrío. –Sería un crimen trabajar en una tienda que vende todas estas cosas y no comprar ninguna.
¿Ya tienes todo listo? –pregunta al ver que cierro la mochila.
Casi, sólo me falta el cepillo de dientes...
Pero si ya tienes uno en casa –pone los ojos en blanco.
Está bien. Vamos...
Saludamos a mi hermana, y partimos a casa de Milah ansiosas por darnos muchos mimos. Sólo recogí una muda de ropa, ya que no sé a qué hora llegará su marido el domingo y es probable que no lo pasemos juntas.
Decido no hacerme ninguna pregunta, aunque la verdad es que necesito respuestas.
Estoy un poco ansiosa por lo que sucederá después, pero quizás es mejor no presionar, después de todo nada bueno sale cuando uno fuerza las cosas. Si, todo a su tiempo.
Vamos en el auto en silencio. En el semáforo me sonríe y me da un beso en la mejilla. A veces siento que puede leerme la mente.
Nos las arreglaremos –dice contra mis labios.
Eso espero.
Sonrío a modo de respuesta, no me siento parlanchina.
Quiero contarle detalladamente lo que hablamos con mi hermana, ya que no puedo sacarme de la cabeza la palabra violento. Lo que mas me urge saber es si él le ha puesto una mano encima, necesito que ella sepa que nunca la voy a dejar. Pero, como dije hace un momento: todo a su tiempo.
Cuando llegamos a su casa preparo algo para cenar, mi cabeza pide a gritos que hable del tema y necesito acallarla.
Preparo carne y ensalada. Me puse creativa y hasta agregué algunas especias extrañas, el resultado fue bastante bueno, el mejunje que hice sabía bastante bien. Ambas estábamos famélicas debido a la aventura de la tarde, tal es así que, mientras comíamos, apenas pronunciamos unas palabras.
No deja de lanzarme miradas extrañas, sabe que le estoy ocultando algo, sólo me pregunto por cuánto tiempo podré de hacerlo.
Cuando terminamos de cenar voy hasta la mesada y empiezo a fregar los platos, aún continuamos en silencio, sólo que esta vez el ambiente está cargado con una ligera tensión.
¿Qué pasó con tu hermana? –pregunta de repente, parándose a mi lado con lo brazos cruzados.
Todo bien. –Digo, no puedo ocultar la tristeza en mi voz. El sólo pensar en lo que dijo mi hermana...
¿No quieres hablar de ello? –pregunta preocupada sin quitarme la vista de encima.
No es eso, –suelto un suspiro y miro hacia arriba. Si, mejor acabar con todo esto.
Por fin levanto los ojos hacia ella, hace unos pequeños golpecitos en el suelo con uno de sus pies, debido a la ansiedad.
¿Qué? –increpa sin poder contenerse.
Mi hermana trabaja con tu esposo. –Suelto de repente.
Su pie se detiene repentinamente, la sorpresa invade su cuerpo. ¿En qué estará pensando?
Ah –dice por fin con un dejo de voz. –¿Y que te contó sobre él?
Nada –digo intentando tranquilizarla un poco. No comprendo por qué se pone así. –Solo que tenga cuidado.
¿Cuidado? –pregunta intentando ocultar la preocupación.
Si, ya sabes... –me detengo en seco, quizás si no agrego nada más ella me cuente, finalmente, quién es este hombre.
¿Qué cosa? –pregunta. Siento una puntada de decepción.
Estás casada, no creo que exista algún hombre que se sienta cómodo con que su esposa tenga una aventura...
Tienes razón... –sonríe involuntariamente.
Imagínate además que su amante es una mujer...
Suelta un sonoro suspiro de alivio.
No lo había pensado –dice compungida.
Nos quedamos en silencio haciendo los quehaceres. Cuando estoy terminando de fregar me dedica una sonrisa tímida y dice:
No eres una aventura para mi. –Me detengo en seco y sonrío abiertamente, es lo que necesitaba escuchar –Se que puede sonar inverosímil, pero a pesar de que nos conocemos hace poco... –se detiene avergonzada.
Vamos, ¡dímelo! –le apremio.
Siento que esto puede ser para toda la vida –esta vez es ella la que se ruboriza, yo me muero de amor. Finalmente sonrío abiertamente.
Le doy un beso en la boca, rogando que transmita la felicidad que me invade y mojo su rostro con mis manos llenas de detergente. Me agarra fuerte por la cintura y me da un beso en el cuello, luego se detiene en seco, la sonrisa ha desaparecido.
¿Por qué es tan ciclotímica? A penas puedo seguirla en sus cambios de humor.
Pero...– dice mientras empieza seca los platos– .Es demasiado complicado .
Otra vez sopa.
Prueba contándomelo –digo sin poder contenerme, me detengo a mirarla fijamente, ella hace una mueca de disgusto.
Ojala pudiera...
¡Por Dios! ¿Cuál es el secreto? ¿Qué tan grave es? –Todo el humor que había adquirido hace un momento se evaporó –.Si no vas a confiar en mi, no hagas alusión al tema porque cuando lo haces automáticamente quiero enterarme... y me frustra ver cómo te haces la misteriosa.
No es eso –dice arrepentida– No es grave, para nada.
Entonces ¿qué es?
Es que si te cuento, saldrás corriendo... –dice por fin agachando la mirada. –Es demasiada información para asimilar de una sola vez...
Ponme a prueba –le reto.
Se queda en silencio, por lo que la tomo de la barbilla para que se fije en mí, y en un susurro le digo:
No me voy a ir a ningún lado, créeme... por fin me siento...
Te sientes... –dice.
Bien, protegida. –contesto rápido, iba a decirle “como en casa”, pero sé que es demasiado pronto. Sonríe tímidamente y acaricia mi mejilla.
No lo sé –vuelve a decir, pero yo sé que la he convencido.
Anda, ponme a prueba –digo por las dudas.
Está bien –dice luego de una pausa. –Pero iremos despacio, sólo una cosa a la vez. ¿Te parece bien?
Me parece perfecto –le contesto.
Paso a paso, respito en mi fuero interno.
¿Preparada? –pregunta nerviosa.
¡Claro!
Finalmente voy a empezar a entender. Las mariposas en mi estómago revolotean contentas. Pero al ver su expresión un miedo irracional se apodera de mí.

¿Y si tiene razón y salgo corriendo?

Capítulo 18

Me pongo de pie rápidamente y Milah me sigue. ¡Dios! ¿Qué hace tan temprano aquí?
¡Ya voy Pieri! –grito mientras recojo como puedo la ropa del suelo –No encuentro la llave...
Le hago señas a Milah, que empezó a recorrer el living ayudándome con la ropa, para que me siga hasta mi habitación. Una vez allí tiro todo lo que recogí a un costado y me acomodo a las apuradas mientras salgo corriendo a abrirle a mi hermana.
Antes de girar la llave respiro profundo en un virgen intento de calmar mi respiración. Sé que mi hermana hará preguntas, sólo espero poder salir airosa de la situación.
Espera allí –le digo a Milah en un susurro cuando ella aparece por la puerta. –Y arréglate la camisa.
Ella asiente y vuelve a entrar.
Mierda, mierda, mierda.
Vuelvo a respirar profundamente, y con los ojos cerrados, abro la puerta lentamente.
Hola hermanita. –La saludo con una fingida inocencia.
¿Desde cuando cierras la puerta con llave? –me recrimina mirándome fijamente.
Lo siento... –dudo un momento ¿y ahora qué excusa pongo?– No me di cuenta, tengo la cabeza en otro lado.
¿Estás acompañada? –pregunta observando el desorden que hay en living.
Si... –no sé que más decirle, sólo miro al suelo.
¡Habérmelo dicho antes! –dice con un tono pícaro mientras se dirige a la cocina, yo la sigo. –¿Tanto te cuesta enviarme un mensaje: “Pieri estoy con un chico, te aviso cuando puedas volver”?
Ay Dios. Si, debería haberle enviado un mensaje de ese estilo, sólo que si, por algún motivo, llegaba antes y, en lugar de encontrarse con un hombre, se encontrase con Milah...
Pero no estoy con un chico... –dudo nuevamente, ¿por qué no puedo mirarla a los ojos? –sólo estoy con una amiga.
¿Guadalupe? –increpa.
No.
¿Paula?
Tampoco.
Ay vamos, con quién estás, ¿por qué tanto misterio? –pregunta exasperada.
Pero si eres tú la quiere adivinar –hago una pausa– estoy con Milah.
Sici, ¿estás loca? –me reprende alarmada mientras busca apoyo en la mesada.
Sh, baja la voz, está en el dormitorio...
Ay Sicilia... te dije que tuvieras cuidado... –susurra.
Pieri –le contesto también en vos baja. –Yo... –no sé muy bien qué decir, por suerte ella se adelanta.
¿Estás loca?
¿Por qué? –Entorno los ojos– .Explícamelo de una vez, cómo pretendes que sea precavida, sino me explicas de qué me estoy cuidando.
El marido de Milah es un desequilibrado –dice finalmente.
Pero yo soy amiga de ella, no de él.
Es un hombre peligroso –dice tomándome de la mano– no quiero que te suceda nada. Dicen que es muy violento.
¿Es por eso que Milah no quiere hablar de él? ¿Será que le avergüenza... ?
¿Le pegó a Milah? –pregunto de repente, pensando en la idea. Si le puso una mano encima... Siento un leve picor en la palma de mi mano.
Pieri se mueve incómoda, me mira a los ojos y me responde con una mueca que lo dice todo, no obstante para que no quede dudas, me agarra de la mano y susurra:
No lo sé, pero en el bar todos tenemos cuidado de no hacerlo enfadar.
¿Por qué?
No quieres ver en lo qué se convierte ese hombre cuando no consigue lo que quiere.
¿Pero tú estás segura de que él le ha pegado? –pregunto sin poder contenerme.
Segura, segura, no... Pero hay rumores y si el río suena es porque agua trae...
Lo sé, pero quizás sólo es muy exigente –no puedo creer que lo esté defendiendo, pero prefiero hacerlo antes de pensar que Milah fue agredida por él.
No, es violento. De eso no hay dudas.
Genial. Lo único que faltaba. Siento la urgencia de protegerla de todo lo malo que pueda pasarle. Cierro los ojos con fuerza, intentando reprimir las imágenes que vienen a mi cabeza.
Milah me hace bien, nos divertimos mucho. No quiero perder su amistad por unos rumores –necesito aclarar que alejarme de ella no es una opción.
Lo sé... sólo...
Es una amiga confiable...
Prométeme que tendrás cuidado –ruega Pieri.
Claro –respondo en un susurro.
Nos quedamos en silencio, paradas una en frente de la otra. No hay más que decir. Le sonrío tímidamente. Una pequeña parte de mi sabe que Pierina sospecha que entre nosotras hay algo más que una amistad, pero decido no hacerle caso.
Bueno... –empiezo a decir– voy a buscar a Milah, hace mucho que me está esperando en la habitación. De repente siento la necesidad de abrazarla, si lo que dice mi hermana es verdad...
Claro –dice compungida. –¿Se quedarán a comer?
Sólo si tú estás sola.
No, vendrá Esteban. Quédate tranquila.
En ese caso recogeré unas cosas y me iré –digo mientras salgo de la cocina.
¿A dónde? –me detiene.
Dormiré con ella otra vez, su marido sigue fuera de la ciudad.
Ok, ten cuidado –me advierte una vez más.

Si, Pieri. Gracias por preocuparte –le sonrío mientras finalmente voy a buscar a mi chica.

Capítulo 17

A la hora del atardecer, pasamos por mi departamento a buscar más ropa. Abro la puerta y no puedo evitar encontrarlo extraño. Es como si estuviese viviendo en un mundo paralelo. No puedo creer que hace unos meses mi vida era completamente normal. Hace tan poco tiempo buscaba la forma de poder sacármela de la cabeza, y ahora, estaba ella ahí, en mi casa, tomándome de la cintura... Increíble.
Nos sentamos en la cocina y enciendo la luz. Se sienta sobre la mesada, un lugar bastante cómodo dada la pequeña dimensión de mi cocina.
Ella observa a su alrededor, como si no quisiera perderse ni un detalle.
¿Quieres comer algo? –pregunto, luego de una pausa, mientras abro la heladera.
Si –dice, luego se pone de pie, se acerca a mi y me besa apasionadamente, cobrándose cada uno de los besos que no me pudo dar en la tarde.
Y yo se los devuelvo con igual o mayor intensidad. Poco a poco nos alejamos de la heladera y nos apoyamos sobre la mesada de la cocina. Un calor empieza a correr por todo mi cuerpo.
Por fin.
Vamos al dormitorio –propongo entre jadeos.
No. –Contesta seca. Luego me toca un pecho que se tensa ante su roce. Me agarra fuerte de la cintura y me conduce hasta el living, siempre besándonos.
Me recuesto sobre el sofá y recorro todo su cuerpo con mis manos. Me detengo en sus pechos, huelen tan bien.
Huelen a ella. Se coloca sobre mí y me levanta la remera, traza círculo en mi ombligo y yo no puedo reprimir un gemido. Juega conmigo trazándome mapas invisibles por todo mi cuerpo. Besa cada uno de mis rincones, deteniéndose en mi cuello y aspirando profundamente
Ahh –se regodea entre jadeos.
Sube mi remera hasta el cuello mientras yo me aferro a sus muslos, intentando calmar el calor que siento ahí abajo. Mordisquea suavemente mis pezones enviando señales de placer por todo mi cuerpo. Le quito la remera, despacio, disfrutando del aroma que se desprende de ella, luego le quito el corpiño y siento como mis labios tiemblan delicadamente ante tal visión.
Posiciono mis labios sobre sus pechos y los lamo, los succiono. Suavemente tomo un pezón entre mis dientes y tiro suavemente de el. Ella suelta un fuerte jadeo ante mi pericia y posiciona su mano en mi entrepierna. Sigo con el pecho izquierdo hago exactamente lo mismo. Puedo sentir el calor que emanan nuestros cuerpos.
Me arqueo hacia ella, con mi boca aún en sus pechos, y rápidamente me desprendo el pantalón.
Por favor. –Le suplico. Ella se tumba en el suelo y empieza a juguetear con mi clítoris, primero con su mano, pero luego con su lengua. Cierro los ojos del placer. No puedo evitar arquear mis caderas, para acercarme aún más hacia su boca. Con las manos temblorosas coloco su cabeza, justo ahí, donde la necesitaba. Despacio me atormenta con suaves lengüetazos, mientras la sangre corre violentamente por mis venas.
No puedo más.
Me coloco sobre ella y empiezo a mecerme. Desde atrás introduce un dedo en mi vagina mientras yo beso aquella zona de su cuerpo que mi boca es capaz de encontrar.
Tira fuerte de mi cabello, haciendo que mi cabeza vaya hacia atrás y besa mi cuello, aspira mi perfume y vuele a jadear.
La excitación es tal que duele.
Me tumba a su lado y me agarra la mano, sólo un momento, para posicionarla en su entrepierna. Lentamente la penetro con uno de mis dedos, atormentándola con un suave ritmo. Me deleito cuando observo como tiembla su labio inferior. Se arquea hacia mi mientras emite un grito ahogado.
Más. –Pide en un tono apenas audible.
Introduzco un segundo dedo y empiezo a trazar círculos en su interior. Ella hace lo propio conmigo, rítmicamente entra y sale de mí, susurrando palabras de amor que quedan perdidas en el viento. Cierro los ojos y dejo escapar un gemido.
Instintivamente aumento el ritmo de mi mano, haciendo eco de lo que yo necesito. Voy cada vez más rápido, mientras ella se detiene dentro de mí. Empieza a jadear y con la mano que tiene libre se acaricia los pechos. Siento los espasmos chocar contra mis dedos mientras llega a su clímax con un fuerte gemido.
Empiezo a temblar del placer cuando ella vuelve a arremeter con su boca en mi clítoris. Vuelvo a posicionarla en el punto exacto mientras la rodeo con mis piernas.
Juega con mi protuberancia al ritmo de mis gemidos. Hasta que, finalmente, el éxtasis me arrastra en silencio, haciendo que me olvide de todo.
Rueda sobre mí y me abraza fuerte, aspirando el aroma que quedó en el ambiente.
Por fin. –digo entre jadeos.
Se coloca sobre mi pecho y entrelaza sus piernas con las mías. Sube y baja por mi abdomen en una sola caricia. Cierro los ojos y sonrío.
Aún no he terminado contigo –dice en tono picaron.
Ni yo contigo respondo sin abrir los ojos.
Espera a llegar a casa –me advierte.
Río entre dientes, siento una felicidad inmensa.
Nos quedamos en silencio, las palabras sobran. No sé cuánto tiempo pasó, yo sólo me deleito por poder tenerla entre mis brazos. Me quedaría así hasta siempre. Sólo que...
¡¿Sici?! ¿Estás en casa? –siento que dicen desde la entrada. –¡Abre la puerta!

¡Mierda! Mi hermana. –le digo a Milah, mirándola horrorizada.

Capítulo 16

Llegamos al parque y colocamos sobre el césped el típico mantel a cuadros. Luego sacamos el mate y unas galletas. Estamos un poco ocultas del resto, aunque para ser sincera, no hay mucha gente por alrededores pues en un lugar del parque que no es muy frecuentado. El día está soleado, pero no hace calor, elegimos escondernos tras la sombra de un árbol inmenso.
Estamos sentadas una al frente de la otra, entre nosotras corre una energía extraña, demasiada tensión, sexual, me atrevería a decir.
Empezamos a hablar de nuestras vidas para conocernos un poco más y mientras habla me quedo hipnotizada con su boca. Tiene unos labios hermosos, rojos. Una sonrisa de modelo... muero por besarla, pero al recodar dónde estamos me resisto. Me ruborizo.
Me pregunto si ella estará tan... con tantas ganas como yo, si saben a lo que me refiero. Quisiera poder hablar con ella, pero me da demasiada vergüenza. Sigo mirando sus labios, como se mueven a compás de sus palabras y... Milah, adivinando mis intenciones, mira hacia ambos lados y para mi enorme sorpresa, me besa.
Posa sus labios sobre los míos sólo unos momentos, antes de retirarlos apenas unos centímetros y decir de forma pícara:
¿Deseando hacer eso señorita Andreotti?
Claro –susurro contra sus labios– .Sólo que estamos en un lugar público. Nos pueden ver...
Abre los ojos ante la sorpresa, y luego de darme otro beso rápido, se retira, agarra una galleta y la come de forma provocativa.
Perdón. –dice, aunque sé que no está arrepentida.
No te preocupes, el problema soy yo... debo acostumbrarme a esto. –Aún no estoy cómoda hablando explícitamente de nuestra relación. –Dame tiempo, dentro de poco todo esto será normal, además si otros lo hacen ¿por qué nosotras no?
Sonríe satisfecha, con una chispa de autosuficiencia. La miro nuevamente, y veo como los rayos del sol juegan con los colores de su pelo, ¿cómo resistirme a ellos?
Bésame. –le digo. –Rápido, antes de que me arrepienta.
Recoge un plato vacío, nos tapa la cara, y entre risas me besa. Primero lo hace suavemente pero luego se va haciendo cada vez más apasionado. Introduce por fin su lengua en mi boca y la recorre. Estira su mano para tocarme un pecho, se me pone la piel de gallina con ese contacto. De repente recuerdo donde estamos y me desprendo. Ella me mira confusa y le hago un gesto de disculpas.
Mi respiración está un tanto agitada, por lo que espero a que se normalice.
¿Paso a paso? –pregunta entre jadeos.
Podría venir alguien– .Digo a modo de disculpa.
Ella asiente mientras se acomoda nuevamente sobre el mantel.
Tienes razón...
Pueden venir niños –la interrumpo.
No lo había pensado –esta vez suena arrepentida.
Pues...
Nos quedamos en silencio un momento, miro mis manos sin saber qué decir. Mejor cambiar el tema y aligerar la tensión. No quiero discutir, no con ella.
¿Y cómo fue el día en que supiste que estabas embarazada?
¡Uf! –Suspira– pensé que me matarían... tenía 18 años, hacía poco que Sebastián era mi novio... les dije a mis padres a través de una carta, y luego desaparecí un día completo. No quería estar ahí cuando mi padre se entere.
Se detiene, una sonrisa involuntaria se dibuja en su rostro. La abrazo, no puedo evitarlo, además ¿qué tiene de extraño un abrazo entre amigas? Ella me aprieta fuerte y luego me suelta, la sonrisa sigue ahí.
¿Y con Matías cómo fue? –pregunto. No puedo ver su expresión ya que el sol me da en los ojos, pero sé que algo ha cambiado. Mi instinto me dice que cambie la pregunta. Le hago caso.
¿Cómo conociste a tu marido?, cuéntame desde el principio. –digo rápidamente.
Ella se acomoda sobre el mantel y hace un gesto de disgusto, vaya modo que tengo para relajar la situación. Pero, para ser sincera, es un tema que me tiene dando vueltas.
Ya es hora de sacar a Nancy Drew de su escondite, quiero respuestas: saber hasta dónde está esa imposibilidad de dejarlo y, además, quiero saber absolutamente todo de ella.
De verdad, ¿tenemos que hablar de esto? No hay necesidad de traer a colación este tema, sobre todo después de una tarde hermosa –.Dice un poco contrariada.
Lo sé –estoy un poco arrepentida y sigo sin comprender por qué le molesta tanto hablar de esto– es que... necesito saber, estoy... asustada, ansiosa. Compré todos los boletos para salir lastimada.
Sonríe de forma cariñosa. Y empieza a hablar, por fin.
Nos conocimos poco después de que cumplí 17 años –juega con las migas de pan que cayeron al mantel, sin levantar la vista –el tiene 5 años mas que yo, iba a mi colegio a hacer prácticas, y pues... ya sabes, empezamos a salir. Fue un noviazgo lindo, perfecto, el era tan seductor, atento, cariñoso. Mis padres lo adoraban, era el hijo que nunca tuvieron... y yo... yo no tenía ninguna queja... Todo cambió cuando quedé embarazada...
De tu primer hijo. –Acoto.
La verdad Sici, ¿podemos cambiar de tema? No me agrada hablar de esto, en serio. –Se nota la tensión en su voz. No me dirá nada más. De todas forma tomo coraje, si estoy en el baile ¿qué mejor que bailar?
¿Qué pasó después? –increpo con la voz quebrada, no sé dónde quedó la seguridad de la que tanto presumía hace unos segundos.
Pone los ojos en blanco y suspira antes de continuar.
Bueno, mi padre nos obligó a casarnos. Yo no quería hacerlo, imagínate, tenía apenas 18 años. Era muy chica. Mi padre... es demasiado difícil y cuando él no está en casa cuento con mi madre para reemplazarlo. Nunca tuve un respiro, ésa era la parte positiva de casarme, que tendría más autonomía... ¿Te conté alguna vez que soy adoptada?
¡Vaya! ¿Será ésta la fuente de sus problemas? Quizás busca a su madre biológica...
No, no lo sabía. –contesto finalmente, tranquila.
Si, me adoptaron de bebé, pero ellos ya eran muy grandes. Me dieron la mejor vida que me pudieron dar. Nunca me faltó nada, ni en lo económico ni en lo emocional –sonríe tímidamente– pero para algunas cosas son imposibles.
Debido a su edad, supongo, son demasiado tradicionales, no les gusta que las cosas estén fuera de lugar y tener una hija que se convertiría en una madre adolescente no fue una opción. De todas formas, sé que hacían lo que creían que era lo mejor para mi. –No me mira a los ojos, en lugar de eso, continúa jugando con las miguitas.
Me doy cuenta de que sutilmente cambió el tema de conversación, vaya es astuta. De todas formas por fin está más comunicativa, así que decido sacar provecho.
¿Conociste alguna vez a tus padres biológicos? –pregunto.
Sólo a mi padre, mi madre murió al nacer. Y bueno, el hizo lo que creía que era lo mejor para mi.
¿Y lo ves seguido? –tomo su mano y le acaricio.
Hablamos bastante. Nos llevamos bien...
Sonrío abiertamente. Milah de verdad parece haber tenido una infancia difícil, pero de todas formas tiene una inmensa pureza en su corazón, es lo que más me atrae. Casi.
No le pregunto nada más, sólo la miro. Realmente desearía poder protegerla de cualquiera que le haga daño. Sé que detrás de esa imagen de guerrera se esconde una muñequita frágil.
Cuéntame de ti. –pregunta sacándome de mi ensoñación.
Pues, nada –suspiro, ¿qué le puedo decir? –mi vida es muy aburrida, ya sabes. Mis padres son aburridos, mi hermana no es aburrida pero es predecible, yo también lo soy...
Esto no fue predecible. –Acota de repente, con un tono pícaro.
No –coincido– quizás por eso es tan emocionante, y tan...
Lo sé, a veces tampoco encuentro las palabras...
Te conozco desde hace tan poco –digo de repente– pero siento que lo hago de toda la vida. ¿No es raro?
No –dice– a mi me pasa exactamente lo mismo.
El tiempo es relativo ¿no?
Muy relativo –coincide.



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